PARÍS – Nadie sabe, ni siquiera él mismo, si esto fue el final, pero Rafael Nadal marcó este lunes un nuevo hito en Roland Garros: en la que fue su peor derrota en el torneo de su vida, el español emocionó y se emocionó como pocas veces sobre la arcilla parisina. Nunca se lo vio sonreír tanto en una derrota.
Nadal cayó 6-3, 7-6 (7-5) y 6-3 en su partido debut ante el alemán Alexander Zverev. Nunca jamás, en 20 años, el español, había sido derrotado en el primer partido del Abierto de tenis de Francia, un torneo que ganó 14 veces y en el que salió victorioso en 112 de los 116 encuentros que disputó.
«No sé si este fue mi último partido en Roland Garros, pero si lo fue, lo disfruté. Pero no puedo decir nada, estoy disfrutando con la familia y mi cuerpo está mejor que hace dos meses. Quizás en dos meses digo que ya es suficiente, pero me motivan los Juegos Olímpicos en este estadio», dijo Nadal tras la derrota. El público estaba entregado.
La de hoy, además, fue la primera vez en toda su carrera en que Nadal perdió dos partidos consecutivos sobre arcilla: la derrota ante el polaco Hubert Hurcakz en Roma y la caída de hoy con Zverev.
¿Es el final? El público francés lo sintió así a lo largo de los 185 minutos que duró el partido. Los espectadores siguieron el partido con fervor y nostalgia anticipada. Y lo mismo deben haber sentido el serbio Novak Djokovic, el español Carlos Alcaraz y la polaca Iga Swiatek, que se buscaron un asiento en el estadio y siguieron el partido en vivo. Rara vez los dos número uno del mundo coincidieron en las gradas para seguir un partido, pero estaba claro que no era un día cualquiera.
No lo era tampoco para su entorno más íntimo, con la familia Nadal a pleno y todo el equipo del español en un palco siguiendo ese partido que nadie se atreve a decir si fue el último en París.
Nadal, que hasta este lunes había ganado siete de las diez veces que se midió a Zverev, jugó con el brazo agarrotado en el primer set. O bien los drops le quedaban cortos o bien el drive se iba muy fuera de los límites. Tuvo posibilidades el español, pero Zverev se llevó el parcial por 6-3. Llovía en París y el techo estaba cerrado para convertir el duelo en un partido indoor, no precisamente las condiciones que Nadal hubiera elegido.
Sin servicio ni tiros ganadores en ese set inicial, Nadal comenzó a soltarse en el segundo. Sus tiros ganaban velocidad, potencia y ángulos, el puño apretado y los saltos festejando comenzaban a surgir.
Tuvo así una oportunidad de oro, ventaja de 5-4 y su servicio, pero cedió el saque en cero. El tie break lo vio competitivo y con posibilidades, pero Zverev no perdonó en los puntos más importantes. Había sido un set de emociones, con Nadal saltando y apretando el puño y el público entregado a un jugador que regalaba fogonazos de aquel pletórico e invencible que fue a lo largo de casi dos décadas.
¿Lograría el español llegar a un quinto set? Había salido victorioso las tres veces anteriores que jugó cinco parciales sobre la tierra parisina.
No hubo una cuarta, porque solo hubo tres sets. Zverev mantuvo la calma para frenar los arrebatos de un Nadal que iba soltando su drive y ganando ángulos con el revés. Pero el alemán, reciente campeón en Roma, está en un muy buen momento, es hoy un jugador mucho más consistente y sólido que Nadal, que el lunes cumplirá 38 años y casi no ha jugado en el último año y medio.
Se vieron aún algunos puños apretados y algunas derechas formidables, pero el partido se le iba a Nadal. Y, con él, toda una vida de tenista.
¿Volverá en 2025? Es su intención, porque la de este lunes no es la despedida que soñó. Solo el tiempo dirá si las seis y 26 de la fresca y lluviosa tarde del 27 de mayo de 2024 marcó el exacto final de la más fabulosa de las historias que haya gozado un torneo desde que el tenis es tenis.
